jueves, 17 de marzo de 2016

CUENTOS PARA NIÑOS

MOSCONES, MOSCAS Y MOSQUITOS

Había una vez un moscón llamado Revoltoso.
Un día, tropezó con una mosca:
-¿Como te llamas?- preguntó.
-Escandalosa.
-¿Por tu zumbido?
-Supongo.
-¿A ver?
-Zzzzz, zzzz, zzz…
-¡Que bonito!
-¿Te gusta?
-Mucho.
-Gracias- dijo la mosca.
Poco después se casaron.
El cura dijo:
-Revoltoso.
-Que.
-¿Amas a Escandalosa?
-Sí.
-Pues ya es tu esposa.
-Escandalosa
-Que.
-¿Amas a Revoltoso?
-Sí.
-Pues ya es tu esposo.
-¡Bien! Dijeron las moscas.
Y se fueron de Luna de miel:
-Mua, mua, mua, mua…
-Cariño, ¡como te quiero!
-Yo a ti también.
-¡Que suerte tengo!
-Yo también.
Al volver ocuparon una casa:
-¡Bien!- dijo Revoltoso.
-Y ella -¡Que chula es!
Tuvieron descendencia:
Primero llegó el mosquito.
La mosquita… después.
Y el nido se llenó de Zumbidos.
-Zzzz, zzzzz, zzzzzz, zzz….
Había una vez un hombre llamado Pepe
Un día tropezó con Pepa:
-¡Pumba!
-Perdona- dijo él.
-Tranquilo- dijo ella.
-¡Que guapa eres!
-¿Ves bien de cerca?
-¡Claro!
Y se casaron.
El cura preguntó:
-¿Pepe amas a Pepa?
-Sí.
-¿Pepa amas a Pepe?
-Sí.
-¡Ya sois pareja!
Y se fueron de Luna de Miel.
--Mua, mua, mua, mua…
-Cariño, ¡como te quiero!
-Yo a ti también.
-¡Que suerte tengo!
-Yo también.
Al volver compraron una casa:
-¡Que linda! Dijo Pepe.
-Pepa-¡Es estupenda!
Pronto tuvieron descendencia:
Pepito era listo.
Pepita bonita.
Y la casa se llenó de risas:
-Jaaa, jaaaa, jaaaaa, jaaaa…
De pronto se escuchó:
-Zzzzzz, zzzzzz, zzzzz,zzzz
-¿Moscas?- preguntó Pepe.
-¡Y mosquitos!- dijo Pepa.
Fumigaron enseguida:
-Frisssss, Frisssss, Frissssss….
Y la raza moscona escapó deprisa.




LOS SONIDOS DE LA NOCHE

Aquella noche Rebeca intentaba dormir, pero el sueño decidió tenerla en vela. Mirando a un techo en penumbra contaba ovejitas: Una oveja... dos ovejas... tres ovejas... cuatro ovejas...

De pronto:

-Guau... guau... guau...

Los ladridos del perro de la vecina la impacientan ¡maldito can! Susurra fastidiada. Tratando de ignorarlo sigue contando ovejitas: cinco ovejas... seis ovejas... siete ovejas...

De repente:

-Tras, tras...tras, tras...

El sonido de una llave en la cerradura confirma la llegada de su padre. ¡Ya estamos todos! Se dice así misma y dispuesta a dormir sigue contando ovejitas: ocho ovejas... nueve ovejas... diez ovejas...

Entonces:

-Achisss… achisss… achisss…

La alergia al polvo de su padre la descentra,- debe haber mucho en su alcoba porque no para de estornudar- dice, segundos después, sigue con su recuento: once ovejas… doce ovejas…trece ovejas…

-Cucu... cucu... cucu...

Un antiguo reloj de pared heredado de su bisabuelo marca las tres de la madrugada. Desesperada por su sonido sigue contando ovejitas: catorce ovejas... quince ovejas… dieciséis ovejas…

De repente:

-Cri, cri... cri, cri... cri, cri...

El canto de un grillo la desconcierta de nuevo - ¿quién nos mandaría vivir a las afueras del pueblo?- se pregunta cabreada. Irritada sigue contando ovejitas; diecisiete ovejas… dieciocho ovejas… diecinueve ovejas…

De pronto:

-Buaaaa... buaaa... buaaa...


El llanto de su hermana pequeña la llena de rabia ¿no te das cuenta que necesito dormir? Le grita sabiendo que no puede oírla. Sigue contando ovejitas: veinte ovejas... veintiuna ovejas... veintidós ovejas...

De repente:

-Miauuu... miauuu... miauuu...

Un gato maullando debajo de su ventana la enfada aun mas, se revuelve dentro de la cama, da patadas y se tapa los oídos con la almohada, después, sigue con sus ovejitas: veintitrés ovejas... veinticuatro ovejas...


De pronto:

-Guau... guau... guau...

El perro de la vecina vuelve a ladrar, nunca pudo soportar a ese gato engreído que pasea de noche por el barrio ¿Qué es esto? Se dice y… sigue con las ovejitas: veinticinco ovejas... veintiséis ovejas...

De repente:

-Catacloc… Catacloc… Catacloc…

Los pasos de la pata de palo de su abuelo rompen la serie numérica de su rebaño ¡Pobre! Sufre insomnio y no oye – piensa. después, sigue contando ovejitas: veintisiete ovejas… veintiocho ovejas…

De pronto:

Cucu… cucu… cucu…

El antiguo reloj de pared de su bisabuelo marca las cuatro de la mañana. Golpea la pared y grita – ahogaré a ese pajarraco -, después sigue con las ovejitas: veintinueve ovejas… treinta ovejas…

De repente:

Sssssss…. Ssssss… sssssss…

Un fuerte viento la desorienta y la llena de pánico, cubre su cabeza con el edredón y sigue contando ovejitas: treinta y una ovejas… treinta y dos ovejas… treinta y tres ovejas…

De pronto:

- La Ramona pechugona es la mas gorda de las muuujeres del pueblo….

¡Por Dios! Ahora un hombre con la música de su coche a todo volumen, necesito dormir, grita histérica, un rato después, sigue contando ovejitas treinta y cuatro ovejas… treinta y cinco ovejas…

De repente:

Su propia voz dice de forma entrecortada: trein… ta y… seis… ovejas… trein… ta y siete… ovejas… trein... ta y ocho ovejas... trein... ta y nueve ovejas… y por fin se duerme.

De pronto:

Ring… ring… ring…

El despertador le anuncia la hora de despertar- no puedo hacerlo grita con rabia, estoy agotada y de un manotazo arroja el reloj fuera de su vista. El aparato yace en la alfombra destripado por el golpe.

De repente:

-Rebeca, vamos despierta, perderás el autobús- dice su madre.
-No puedo mama.
-¿Porqu? hija
-Estoy agotada.
-¿No dormiste bien?
-No mamá
-¿Por qué?
-Los sonidos de la noche me tuvieron en vela.
-Rebeca, es la excusa más tonta que conozco para no ir al colegio.
-No es un pretexto mamá dice Rebeca.
-A la escuela y no hay mas que decir.- grita su madre.
-No quiero ir.
- Irás-le dice su madre enfadadísima.
-Sí mamá- dice mientras piensa- ¡A los adultos no hay Dios que les entienda!



NIÑA SOÑADORA


-¿Serán ellos?- Se preguntaba Clara insistentemente.

Pero ellos, no podían ser… no existen… existieron una vez… en su infancia, pero ella, se alejó…triste y cabizbaja… se fue apartando de su vida.

Entonces, llegó otra época: cambios en su cuerpo, granos en la cara y enredos en el corazón… y con ese caos interno, Clara seguía preguntándose:

-¿Serán ellos? ¡Pero… que estoy diciendo!… no pueden ser… me acercaré…

Pues si son… esos gemelos traviesos, no hay duda, engalanados con camisa blanca, chaleco rojo, pantalón corto y corbata.

Son ellos, hermanos idénticos, salvo en sus espesos cabellos, uno rubio otro moreno, no pueden ser, pero… ¡son!

Llega Don Pantuflo, ese hombre grandote vestido con levita negra y unas enormes patillas rizadas que disfrazan un genio tremendo.

¡Horror! El rubito, acaba de lanzar un pedrusco al hermoso trasero de su padre, el tirachinas descansa en las manos del moreno.

-¡Voy a mandaros al cuarto de los ratones! grita enfadado.

Doña Jaimita, la sufridora madre y esposa, trata de calmar unos nervios que hierven a mil grados por segundo.

Esa mujer delgada, morena, y que con un gigante lazo, recoge un cabello perfectamente peinado, dice con voz suave:

-Tranquilízate esposo mío o te dará un síncope.

Son ellos, sin duda, ¿pero… que hacen en el patio de su casa? vivían en los tebeos que llenaron su infancia, nunca salieron de allí y ahora…

-Ring…ring…ring…
-… ¿El despertador?- se pregunta una niña adormilada.
-Ring… ring…ring…
-¡Clara despierta, es hora de ir al Colegio!... - dice una mujer de mediana edad.
-¿Soñaba?- pregunta la chica confusa.
-Ring… ring… ring…
-Venga Clara, llegaras tarde…- repite su madre.

-¡No era real! grita la cría decepcionada- mientras se acicala entre las paredes de una coqueta habitación de niña soñadora.



<b>LA AMAPOLA Y LA NIÑA

-¡No me toques que mancho!- le dijo la amapola a esa niña rubia de ojos azules que quería tocar sus pétalos.

-¿Quien habla?- pregunta la cría sin dar crédito a sus oídos.

-Yo- dijo la flor.

-No puede ser ¡las flores no hablan!

-¿Quien dijo eso?- pregunta la amapola con asombro.

-Mi madre.

-¿Cuándo?

-Cada vez que riego las plantas de mi jardín.

-¿Por qué?

-Veras, te cuento, yo visito a mis flores con frecuencia, las contemplo orgullosa, quito las hojas secas, las mimo, las riego, les hablo…

-¿Y que?

- Ella dice que por qué os hablo si vosotras no me vais a contestar.

-Es que los adultos no pueden oírnos.

-¿Y los niños sí?

-Pues sí.

-¿Por qué?

-Vosotros sois especiales.

-Eso ya lo sabía.

-¿Sabias que eres especial?

-Sí.

-¿Quien te lo ha dicho?

-Mi madre.

-¿Tu madre te ha dicho que eres especial?

-Sí.

-¿Por qué?

-Porque… soy su hija.

-¡Que graciosa! dijo la amapola- abriendo sus pétalos con sorpresa.




SIMPLEMENTE... NIÑOS


Y aquella grandota niña de piel tostada le dijo a Pedrito:

-El auto que conduce mi padre es más grande que el tuyo.

-No puede ser- le contestó ese chavalillo fanático del Betis.

-Te digo que es más grande- repitió la cría moviendo los diminutos copetes de su cabello rizado.

-Que no puede ser-le dijo el muchacho seguro de su opinión.

-¿Por qué?- preguntó la niña que comiendo una guayaba.

-Porque mi padre tiene un vehículo enorme.

-El mío también- dijo la pequeña.

-Te digo que el mío es mayor- contestó Pedrito perdiendo la paciencia con esa niña que cantaba en los recreos.

-Que te digo que ¡no!- dijo rotunda.

-¡Mi padre tiene un camión! Gritó el crío desesperado.

-Y el mío pasea a los turistas en su Guagua allá la Habana.

-¡Ah! Exclamó Pedrito- quedándose sin palabras.




El RESCATE DE UNA ESPECIE

Cuenta una leyenda que hace miles de millones de años, una extraña especie fue capturada en el desierto del Sahara.

Era una raza tan diminuta, que sus carceleros la ocultaron dentro de un reloj de pulsera. Después, pidieron un fuerte rescate.

La extraña especie, se acomodó en un hueco ubicado entre la esfera y una complicada maquinaria que hacia mover a un vago minutero.

Durante meses, vivieron allí y aunque sus miembros eran muy diferentes, supieron adaptarse los unos a los otros.

Al 1 le atraía la soledad, el 2 era bastante pato, al 3 le gustaba correr, el 4 era más tonto que un zapato.

El 5 parecía un botijo, al 6 ¡no le gritéis!, al 7 le fascinaba Espinete, el 8 era adicto al bizcocho.

El 9 tenia tos leve, al 10 le dio por beber, al 11 le atraía el bronce y el 12 jugaba con la medianoche.

El tiempo pasaba y el vago minutero, transitaba por las vidas de esos seres como siempre lo había hecho, discreta y silenciosamente.

Los años transcurrían y esa especie tan extraña, entabló amistad con el segundero, que a su vez, era hijo del minutero.

Este, les presentó a sus amigas las agujas. Su amistad hizo que su existencia trascurriese de forma más placentera.

La vida empezó a correr muy deprisa, circuló de tal modo, que el reloj de pulsera se soltó de la muñeca de su dueña y cayó al suelo.

La esfera se hizo cisco, la maquinaria acabó echa trizas, las agujas saltaron por los aires, el minutero gritaba herido y el segundero falleció en el acto.

Cuenta la leyenda que unas agujas magulladas corrieron en busca de ayuda. La encontraron en los humanos y los dígitos... fueron rescatados.



LA FUERZA DEL AMOR

Había una vez una niña tan cándida como la luna, la noche arropaba sus sueños, retozaba con las estrellas y vivía enamorada del sol.

Sin embargo, el abrazo de sus enormes y poderosos rayos quemaba su piel y su amor se tornó imposible.

La niña lloraba y lloraba, sollozaba tanto, que su llanto se convirtió en un océano por el que navegaban los sueños.

Pero un fatídico día, sus fantasías naufragaron y aquella cándida cría se transformó en una arpía.

Una bruja de grotesco aspecto y lengua viperina que mordía a las mismas estrellas con las que antaño jugaba.

Los luceros escapaban asustados sin comprender semejante cambio y la noche comenzó a llenarse de pesadillas.

Enormes abejorros llenaron el cosmos y una inmensa ráfaga de aire helado entumecía la atmósfera.

Los humanos escapaban aterrados por esos insectos tan feos y el tremendo frío congelaba sus piernas.

El sol se entristeció muchísimo al comprobar semejante hecho y quiso hacer algo por remediarlo.

Una mañana, el rey del firmamento, se acercó silenciosamente a la niña poseída y recordando su candor le dio un beso en la mejilla.

La terrible bruja despertó y mágicamente, su aspecto volvió a ser el de antes, una chiquilla ingenua y bondadosa.

Los zánganos desaparecieron de golpe, la temperatura de la atmósfera se fue regulando y los humanos respiraron tranquilos.

La noche volvió a cubrir sus sueños, las estrellas sonreían felices y su pasión por el astro creció tanto que... murió en sus brazos.



UNOS AMIGOS DE FABULA


Un plato de macarrones veía pasar la vida abrazado a un teléfono móvil. Los dos, esperaban a Pablo, un travieso niño pelirrojo.

Aquel aparato, esos tallarines y el chiquillo, se hicieron amigos después de compartir un fin de semana.

El crío era el menor de cinco hermanos más y tan diferente a ellos que parecía de otro planeta.

Su abuela, una mujer pálida y arrugada, le compró el teléfono y le hacia macarrones frecuentemente.

Pero aquel sábado, Pablo no se acercaba a la cocina y los macarrones notaban su ausencia.

El móvil también lo hacia y queriendo atraer su atención comenzó a sonar desesperado.

El chiquillo fascinado por su melodía llegó rápidamente y el móvil orgulloso no cesaba de sonar.

Los macarrones celosos por la escena que contemplaban tiñeron las teclas de tomate.

Pablo se partía de risa al comprobar como el teléfono móvil, manchado de rojo, se dirigía asustado al hospital.






COPITO DE NIEVE

Hace muchísimos años, cayó del cielo un copito de nieve precioso. Su figura hexagonal y su blancura perfecta fascinaban a todos los humanos.

Surgió en el aire una mañana del mes de Diciembre, desde ese día su congelada familia celebraba La Navidad con doble motivo.

Su padre, un apuesto chaparrón, se enamoró de su madre, una linda nevada, con la misma prisa con la que semanas más tarde se casaron.

Su boda se celebró una tarde de tormenta, que en contra de lo esperado por todos los asistentes al evento, despejó y salió el sol.

Los invitados disfrutaron mucho: comieron como nunca lo habían hecho, bebieron como cosacos y bailaron hasta caer rendidos.

Su Luna de Miel, fue “un gran satélite en almíbar” ya que los recién casados desbordaban dulzura por todos los poros de su cuerpo.

La nieve enseguida se quedó en cinta. Su primer hijo fue un grumito de nevisca tan bello que sus padres lloraron de emoción durante meses.

El copito creció deprisa y envuelto en un cariño enorme, se convirtió en un muñeco de nieve que era la envidia del barrio donde residían.

Los meses pasaban y el monigote se hizo amigo de un alegre niño de siete años de edad llamado Pablo. Los dos jugaban a diario.

El crío le acariciaba, le hablaba, e incluso, adornaba su cuerpo con su propia ropa. Su amistad aumentó tanto, que no podían vivir el uno sin el otro.

Un día el muñeco enfermó, tenía calentura, dolores musculares, desgana y su carácter se volvió irascible. Pablo estaba muy preocupado.

El médico al que acudió, desconocía esa enfermedad tan extraña y aunque consultó el caso con otros médicos, no supieron darle tratamiento.

El muñeco de nieve empeoraba por momentos: tenia mucha fiebre, delirios y entró en coma en pocos días. Pablo lloraba desesperado.

Una noche del mes de Marzo, desecho por el ardor de su propia fiebre y el calor que desprendía la atmósfera, murió.

Pablo, al enterarse del fatal acontecimiento enfermó y a los pocos meses la tristeza por la ausencia de su amigo lo mató.

Cuenta la leyenda, que cada vez que nieva en Diciembre, un precioso copito de figura hexagonal y blancura perfecta flota en el ambiente.

Aparece para recordarnos quizás, que disfrutemos La Navidad con el gozo que lo haría Pablo, ese alegre niño que paradójicamente, murió de pena.




MORIR DE AMOR

Y aquel gusano de seda se volvió mariposa. Aleteaba sin parar y su eterno aleteo lograba enamorar. Una mañana un escarabajo le preguntó:

-¿Me das un beso?
-No.
-¿Por qué?
-Busco amor.
-Te doy el mío.
-No lo quiero - contestó.
-¿Por qué?
-No me gusta tu color.
-Soy tierno, mimoso…
-No sigas que… no.
-¿Nunca?
-¡No!
-¡Vaya!

El pobre bicho de tristeza murió. La mariposa engreída ni siquiera lo sintió. Siguió volando y del gorgojo se olvidó. Una tarde un erizo le preguntó:

-¿Te puedo besar?
-No
-¿Por qué?
-Pinchas.
-¿Me rapo?
-No.
-Por ti lo haría.
-Déjalo.
-Es que me gustas.
-Tú a mi no.
-Quizás, con el tiempo…
-Seguro que no.
-…Vale.

El desdichado erizo ofendido murió. A la mariposa vanidosa tampoco le importó. Desplegaba sus alas y miraba al sol. Un día un escorpión le preguntó:

-¿Me das un beso?
-No.
-¿Porqué?
-Busco amor.
-Te lo regalo.
-No lo quiero- alegó.
-¿Me rechazas?
-¿Cómo no?
-Y ¿el motivo?
-Tu aguijón.
-Por ti me lo quito.
-Pues quítatelo.
-¡Ya voy!

Y el infeliz alacrán enseguida murió. La presumida mariposa ni de luto se vistió. Volaba alegremente y del bicho se olvido. Un día un cangrejo le preguntó:

-¿Puedo besarte?
-No.
-¿Por qué?
-Busco amor.
-Yo te quiero.
-Yo no- respondió.
-y ¿eso?
-Porque no.
-Vaya motivo.
-Suficiente razón.
-No me parece.
-A mi sí- contestó.
-¡Ah!

El infeliz percebe afligido murió. La creída mariposa al espejo se miro. Atusaba sus colores y decía: “soy la mejor”.

Un día un jilguero se acercó. Con su bella figura y su bonito canto a la mariposa enamoró.

-¿Me das un beso?
El jilguero dijo –No- .
-¿Por qué?
-Busco amor.
-Te lo daré.
-Yo no.
-¿Por qué?
-No lo quiero.
-¿No lo quieres?
-No.
-¿No te gustan mis colores?
-No.
-Soy alegre y divertida…
-He dicho que no.
-¿Bromeas?
-No
-… No te creo.
-Pues… créetelo.
-…?

Y aquella mariposa que revoloteaba sin parar, al no ser correspondida dejo de aletear, sus colores se apagaron y… no la vieron más.



¿Días cósmicos o… cómicos?

Lunes quiso tomar unas copas con martes en el planeta Marte. Miércoles, le dijo: “¡imposible! tienes que trabajar con Mercurio en el planeta Júpiter”.

Jueves dijo que citaran a Venus el viernes y le pidieran permiso, sábado indicó: “pedir un día de fiesta”. Entonces, llegó Domingo y resolvió la situación.

lunes, 14 de marzo de 2016

SUEÑOS

Yasmina abrazada a Guillermo, pensaba que su amor por él era fuerte como un roble. Esos rudos años de relación sin estufa en invierno, comiendo poco y los grandes contrastes en sus pieles no hicieron mas que fortalecerlo. La prueba de ello, era ese precioso bebé color chocolate que dormía placidamente en la habitación contigua. Ese niño era el fruto de su amor, pensaba orgullosa cada vez que lo cogía en brazos. Ahora, ceñida a su padre, el único hombre con el que había compartido lecho, se sentía flotar. Era una sensación agradable pero muy extraña, como si hubiese atrapado un sueño. No podía dormir, no quería cerrar los ojos por temor a que ese mágico momento se escapara de su vida. Despierta como un búho y anhelando que su marido también lo estuviese, le pregunta con un susurro de voz en su oído: -Cariño ¿estás dormido? -No, contesta él. -¿Puedo hacerte una pregunta? -Claro. -¿Crees en los sueños? -¿Qué quieres decir? -¿Tú crees que los sueños se cumplen? -¿A que viene eso ahora? -Venga, dime ¿crees en los sueños? -Supongo que sí. ¿Cuál es tu sueño? Tras unos minutos de espera Guillermo contesta: -Mi sueño seria… mandar a la porra a mi jefe, decir que me voy, que le dejo, entre montañas de informes, facturas, cartas… que dejo sus ordenes, exigencias, malas caras... mi sueño sería…llevarte a la Opera, con un abrigo de visón, llena de perlas y oliendo a Jazmín... De pronto, Guillermo incorporándose levemente de la cama, dice: - Yasmina, creo sentir el llanto del niño. - No oigo nada Guillermo, venga sigue…-responde ella. -Mi sueño sería… tener tiempo para jugar con nuestro hijo, verlo crecer, estudiar y convertirse en un hombre de provecho... mi sueño sería… viajar, conocer montañas y mares, personas, otras vidas, otros mundos... y ¿el tuyo?- dice de pronto Guillermo. -Yo ya conseguí mi sueño. -¿Sí? -Mi sueño eres tú. -Yasmina. -Dime, Guillermo. -No despiertes nunca. -¿Crees que estoy dormida? -Pues si. -Pues vete a calmar al niño porque esta llorando ¿no lo oyes?

RAMIRO

Ramiro era un aventurero: audaz, intrépido, valiente… sin miedo a nada. Un día cogió su coche abrasado a kilómetros y se marchó, sin despedirse de nadie, desapareció en busca de aventuras. Conducía de día, de noche, con frío, con calor, con sueño, con rabia, por carreteras estrechas, solitarias o llenas de trafico, atravesaba ciudades y pequeños pueblos, condujo durante horas, durante días, condujo confuso, perdido y solo. Y en la soledad de aquella tarde de verano sintió hambre. De pronto vio un rotulo anunciando un restaurante. Apretó el acelerador y en unos minutos estaba plantado en su puerta. -¿Puedo comer aquí?-Preguntó al primer hombre que vió en aquel local. - ¡Como no! pase a nuestro comedor y será bien atendido Señor.-le dijo un camarero. De repente se encontró en un comedor que le confundió enormemente, tanto que se frotó los ojos para comprobar que no eran visiones lo que estaba viendo. Era un comedor normal, con mesas, cuadros, lámparas, cortinas y alfombras… sin embargo, los comensales eran números. El Nº 8 estaba sentado en una mesa y le miraba de forma insinuante. Se parecía mucho a su prima, la que vivía en cuenca, ella cada vez que iba a su casa por Navidad le decía mirándole de esa manera: “Ten primo come marisco, es afrodisíaco” y este Nº 8, además de parecerse muchísimo a sui prima, estaba comiendo langostinos. -¡Que horror- pensó. Más alejado estaba el numero 5, “barrigón” como el sargento que tuvo Ramiro cuando cumplió el servicio militar. -¡Firmes!-decía gritando y este grito, le afectó tanto en su vida, que aún hoy, ponía su espalda derecha hasta cuando estaba “tirado” en el sofá. El Nº 1, sentado en una mesa redonda, comía un pastel y le recordaba a una medio novia extremadamente delgada que tuvo en su juventud, con la cual nunca llegó a nada serio. Y cerca, muy cerca de él, se encontraba el Nº 13, este número siempre le dio mala suerte y ahora, le miraba divertido, aunque a él esta proximidad, no le hacia ninguna gracia. No daba crédito a sus ojos, la escena que veía no podía ser real, los números no pueden moverse, no pueden comer, ni parecerse tanto a las personas… -¿Estoy borracho?- se preguntaba Ramiro mientras escapaba en busca de otro comedor. De pronto, en el pasillo, se le abalanzó una mujer tan tremendamente grande, exuberante y fogosa que le entró un pánico terrible, tanto que…despertó. Y es que Ramiro estaba soñando y sudoroso, despertó tambien a su compañero de cama, diciéndole con gestos amanerados: -Abrázame cariño, he tenido una pesadilla ¡no sabes que mujer se me echaba encima!

UNA GOTA MUY TRAVIESA

Se gestó como se gestan todas las gotas de agua, brotó un buen día en la tripa de una preciosa nube. Su padre, un joven y apuesto rayo, se enamoro de este nimbo, tan rápido como su propio nombre indica. El amor que sentían mutuamente fue tan maravilloso que velozmente nacieron miles de gotas de lluvia. De esa pasión, nació una gotita especialmente traviesa. Poco a poco creció y se convirtió en una bellísima gota, pero en contra de lo esperado, siguió siendo revoltosa. Pasaron varios días y uno de ellos, dice la nube: -Hijas, sois adultas. Debéis vivir la vida. Cuando venga un tifón os iréis. -¿A donde mama? Pregunto la gota traviesa. -Bajareis a la tierra.-contestó su madre. -¿Por qué? Volvió a preguntar la gotita. -Ley de vida -Yo no quiero ir- dijo la gota rebelde. -No hay elección, iras a un río luego a una bahía y después al mar. -¿Que es eso? madre -Una inmensidad de agua sobre la tierra ¡preciosa! Ya veras. -No quiero ir. -Debes ir… y antes de poder acabar la frase una borrasca se la llevo. De pronto, la gotita traviesa apareció en el cristal de una puerta que cerraba un balcón repleto de rosas y empezó a deslizarse por él. -¡Que divertido!- pensó. Una vivaracha niña de 5 anitos la vio y grito asombrada: - ¡Mira mama!, una gota juguetona. -Si hija, no la toques. -¿Por qué? mama. -Déjale divertirse- contesto su madre mientras seguía cosiendo. La curiosa niña quiso tener la gota entre sus dedos y desobedeciendo la orden de su madre la cogió. -¡Que húmeda!- pensó Y la gota lentamente… se secó.

LA VIDA NO SIGUE IGUAL

Aquella mañana Pablo, un joven de treinta y cinco años, educado y distinguido como pocos, se hallaba esperando al autobús a la misma hora y en el mismo lugar de siempre. Una hora y un lugar, que su trabajo de camarero en una pequeña cafetería de un pueblo cercano y la falta de un coche propio, había hecho que fuese habitual en su vida. Era la parada del Bus. Allí había esperado: en invierno, cuando su voz tiritaba de frío, en verano, cuándo sudaba hasta calar su piel, en primavera cuando veía nacer las flores y en otoño cuando pisaba miles de hojas secas. Allí, veía pasar las estaciones que componían su vida. Y con las personas, le pasaba lo mismo, había visto esperar: a bebes llorando, madres sulfuradas, hombres trajeados, inmigrantes con cara de no tener papeles con los que asegurarse un hueco en nuestro país... Por aquella marquesina del Bus, pasaba su vida… la vida, esa misma, que una mañana de crudo invierno quiso asustarle y que por unos minutos que le parecieron horas interminables... lo consiguió. Era un 20 de Enero, nunca lo olvidara, lunes para más señas y su viejo reloj de números romanos, regalo de su novia María en su primer San Valentín como pareja de novios formales, marcaba las seis de la mañana. Hacia mucho frío, tanto que daba brincos y se frotaba las manos continuamente para tratar de activar la mala circulación de la sangre que desde niño tenía su endeble cuerpecillo. Le sorprendió ver a tanta gente en la parada, unas diez personas, aproximadamente, permanecían allí, congeladas de frío y se alegró enormemente de que el autobús fuese tan puntual. Después de un frenazo seco del autobús y detrás de que el vehículo abriera lentamente sus pesadas puertas, subió ágilmente, unas escaleras plateadas y negras. Enseguida lo hizo el resto de los viajeros, lo hicieron atropellados por las prisas y el frío de la mañana, pagaron religiosamente, se acomodaron lo mejor que pudieron y el autobús comenzó su marcha. Era un autobús muy antiguo, los asientos estaban opacos y su ruido era un ronroneo constante. Sin duda, debido al desgaste derivado por los años de trabajo y entrega absoluta al servicio de los pasajeros. Sin embargo, era cómodo y amplio, compartió asiento con un hombre de mediana edad, vestía un chaquetón de piel y unos pantalones negros, en su cara lucían unas grandes barbas, enseguida cogió un periódico, Pablo dijo: -Vaya frío que tenemos hoy ¿verdad? Parco en palabras, contestó: -Si, hace frío. Siempre admiró a las personas que a pesar de los baches y las curvas del trayecto, pueden disfrutar de la lectura, él nunca lo hacia, como tampoco, quedarse dormido durante el trayecto. Recordó esto último, cuando vio a una mujer muy guapa y de aspecto maduro, sentada tres filas más adelante, con ademán de hacerlo, estaba colocando su cabeza sobre la ventanilla y bostezando repetidamente. El conductor del autobús vestía un pantalón de felpa azul marino y un jersey de pico gris oscuro de la que asomaba cerca de un cuello sumamente arrugado, unos grandes cuellos de camisa blanca impolutos. Era muy mayor, Pablo pensó que su jubilación estaba próxima, tenia una apariencia tranquila, iba concentrado en su trabajo y por cierto, lo hacia muy bien, conducía con mucha suavidad. Fuera, mirando a través del cristal de una ventanilla bastante rayada y empañada por culpa del frío exterior, Pablo, observaba la oscuridad de la mañana y el poco trafico que circulaba a esas horas tan tempranas. De pronto, un ruido atronador le estremece, un frenazo les desplaza bruscamente de sus asientos y el autobús se mueve sin control. Segundos más tarde, se para bruscamente al chocar contra un árbol. El conductor, bastante asustado por las circunstancias del momento, se baja precipitadamente del vehículo y atiende, sin pensar en las consecuencias, a una mujer tumbada en el suelo. Estaba ataviada con un vestido de grandes flores repleto de sangre y su cuerpo se encontraba retorcido de dolor en mitad de la calzada. Embarazada, chillaba enormemente. El autobús queda vacío de repente, todas las personas bajan del vehículo y rodearon al chofer y a la mujer queriendo hacer algo para resolver la situación, Pablo gritó desesperado: -¡Una ambulancia!… hay que llamar a una ambulancia… -Soy medico… por favor… déjenme paso- dijo un joven trajeado de una forma demasiado formal para su edad. -Pablo preguntó entonces-¿No habrá una comadrona entre nosotros? -Soy enfermera dijo una señora rubia y muy elegante- abriéndose paso entre la multitud. Él medico dijo a la mujer tendida en el suelo -por favor escúcheme… respire hondo… respire conmigo… un… dos… un… dos… La enfermera, sin pensarlo dos veces, le sujeta la cabeza, le limpia el sudor que a pesar del frío de la mañana sale a raudales de su cuerpo y le ofrece palabras de aliento. Los pasajeros, no dan crédito a sus ojos, miran atónitos la escena en la que sin quererlo, se han visto envueltos, un hombre de pelo canoso y acento francés coge su teléfono móvil y marca el 112 -Por favor... es urgente, manden una ambulancia- se le oye decir. Pablo, mira a su izquierda y un joven de apenas 18 años de edad, vestido con pantalones negros y chaqueta de cuero del mismo tono que mira perplejo la situación, palidece y se cae al suelo redondo. Una chica tan joven como él, ataviada con un grueso jersey blanco de lana y un pantalón marrón de pana, trata de reanimarlo pegando leves golpecitos en su cara, Pablo les mira con sorpresa. Su mirada vuelve a la mujer embarazada y tendida en el suelo, sigue sangrando muchísimo, grita desesperadamente y transpira por todos los rincones de su cuerpo. Él medico dice nervioso: -Venga un poco mas... empuja... La enfermera, conciente de su tremenda labor, se arrodilla muy cerca, trata de ayudarla, se aproxima todo lo que su cuerpo le permite, susurra en su oído, le limpia el sudor... -Buaaa... buaaaaa... -¡Ya esta!- dice él medico mientras coge entre sus manos el cuerpecito de una preciosa niña de piel tostada, ¡ya esta! Repite mientras se la enseña orgulloso a una madre extenuada. La muchedumbre enmudece y en cuestión de segundos distintas reacciones calientan la atmósfera: unos lloran de emoción, otros, cantan risueños, otros aplauden felices... El estridente sonido de una ambulancia anuncia su llegada, aparca precipitadamente, un equipo medico traslada con extrema delicadeza a la mujer y al bebe a un hospital. En apenas unos minutos, el único rastro que queda de la escena ocurrida, es la gran mancha de sangre que ensucia la carretera y las delicadas manos del médico y la enfermera. Los pasajeros poco a poco recobran la calma y empujados por las órdenes de un chófer, todavía atónito, suben a un autobús algo abollado por su frenazo repentino contra el árbol. Se van sentando y acomodando de nuevo, Pablo se vuelve a sentar al lado del hombre que leía el periódico, aquel de las enormes barbas, el chófer, conduce con suavidad. La mujer muy guapa y de aspecto maduro, sentada anteriormente tres filas más adelante coloca nuevamente su cabeza sobre la ventanilla queriendo dormir. Fuera mirando por el cristal de una ventanilla rayada y mucho menos empañada que antes, esta amaneciendo, en la carretera él trafico aumenta por momentos... Recuerda la imagen de esa mujer embarazada y llena de sangre que gritaba desesperada, se acuerda de la atención del medico, la paciencia de la enfermera, el acento del francés que pidió la ambulancia... Pero sobre todo, se acuerda emocionado de ese precioso bebe de piel tostada que con su diminuta presencia en este gigantesco mundo, le ha demostrado que la vida... no sigue igual.

LA MUERTE DE PLUTÓN

Cuenta una leyenda que hace muchísimos años una extraña especie conquistó Plutón. Eran seres diminutos con un aspecto semejante al de los humanos que llegaron una mañana en una gigantesca nave. Sus cabezas cuadradas giraban lentamente, tenían brazos larguísimos y sus pies eran enormes plataformas con las que podían dormir erguidos. Se alimentaban de plantas salvajes, se comunicaban cantando y además, eran mujeres los días pares de cada mes y hombres los impares. Esta última cualidad les traía en un continuo sin vivir: -¿Que me pongo falda o pantalón? ¿Me afeito o me depilo? ¿Uso voz dulce o grave?... - se preguntaban cada amanecer. Antes de acabar enloquecidos por las dudas, deciden ver como funcionan en otros planetas. Se agrupan velozmente, cogen su colosal nave, viajan por el espacio y aterrizan en Venus. Allí se dan cuenta que todos sus habitantes van ataviados con largos vestidos. -¿Todas sois mujeres? preguntaron extrañados. -sí -Y eso ¿por qué? -Porque nuestro calendario esta compuesto por días pares. -¡Que bien! dijeron. Deciden ver otro planeta, se juntan de nuevo, cogen su lujosa nave, viajan por el espacio y aterrizan en Saturno. En esta ocasión, sus habitantes lucen unos bigotes enormes. -¿Todos sois hombres? Preguntaron atónitos. -Sí. -Y eso ¿por qué? -Porque nuestro calendario está compuesto por días impares. -¡Que bien! Dijeron. Se concentran de nuevo, cogen su imponente nave y regresan a Plutón. Allí, reflexionan sobre lo que han visto, deliberan tanto que se quedan dormidos.

LA CRISIS

LA CRISIS -Por favor sea breve- dijo Ramiro a su peluquero y córteme el pelo muy corto. -Sí señor, tome asiento por favor- le dijo el barbero dispuesto a complacer a su cliente. Enseguida se oye: -Zas, zas, zas... A los pocos minutos dice el barbero: -¡Ya esta señor! -Muy bien ¿cuanto es?-Pregunta Ramiro contento por el resultado que ve frente al espejo. -17 euros, señor. -¿17 euros por cortar tres pelos? Contesta Ramiro indignado por el precio. -Es que su cabello es tan fuerte y está tan adherido a la raíz que tuve que usar las tijeras de podar- contesta el peluquero. Ramiro le entrega un billete de 20 Euros y malhumorado sale de la peluquería. -Señor, ¿la vuelta? Pregunta el barbero viendo a su cliente marcharse del establecimiento despavorido. -¿La vuelta? Responde Ramiro- ¿aun tiene la desfachatez de preguntar por la vuelta?, volveré cuando necesite un cortacésped.

LAURA

A pesar de sus treinta años, Laura creía en los Cuentos de hadas. Esperaba conversar con La cenicienta y La bella durmiente de un bosque encantado. Sin duda, creía en los sueños y en sus quimeras, se casaba con un príncipe azul que surgía al besar una rana. Por eso, todas las mañanas, acudía al estanque situado a las orillas de su pueblo, para atrapar ranas y besarlas. Besó una, besó dos, besó tres... besó cuatro, besó cinco, besó seis... y el príncipe no aparecía. Se dijo sin perder la esperanza. -Seguiré besando ranas y me casaré con un príncipe ¡Seguro! Hasta que envejeció y cansada de esperar a un príncipe que no llegaba, se sentó a la orilla del estanque y se puso a llorar. Entonces, un enorme sapo, se acercó y besó sus lágrimas. Laura se convirtió en una bella rana. El anfibio extasiado cayó rendido a sus pies. El susto la mató. Yace en la frente de una calavera situada en una cornisa de la fachada de la Universidad de Salamanca... descansa en paz amiga. Tunina seudónimo que utilizaba Inma

COMO LAS NATILLAS

Estábamos en la terraza de aquella cafetería situada junto a la playa. La brisa nos daba en la cara y sonaba una música lenta que hablaba de amor. Me acuerdo de aquella tarde como si fuese ayer. Aunque ese “ayer” al que me refiero se remonte a 5 atrás en mi vida. Era cuando tu estabas conmigo, antes de que te marcharas de mis brazos para ir en busca de los brazos de otra, porque así es como te vi por tima vez…abrazado a otra mujer. Sin embargo, no es ese el recuerdo que ahora, 5 años mas tarde, llega igual que un rayo a mi cabeza al escuchar unas simples palabras…si no otro bien distinto. Aquella tarde, estábamos tomados de la mano en aquella cafetería situada junto a la playa cuando te pedí que me definieras con dos adjetivos, mirándome a los ojos tiernamente, me dijiste: -suave y dulce. - ¡Como las natillas!- conteste. -También irónica, porque dime ¿qué parecido ves a unas natillas contigo?-dijiste algo molesto. Yo sonreí orgullosa de verte tan entregado a mi tan enamorado y dispuesto a molestarte con un comentario tan poco romántico por mi parte. Sonreí orgullosa de sentir como me querías. Aunque eso fue aquella tarde porque, poco después, lo nuestro cayó en “picado”, al menos por tu parte porque a mi me costó muchísimo tiempo olvidarte. De hecho no se si lo he conseguido, porque hoy, cinco años después de aquello y en la misma cafetería situada junto a la playa, otro hombre me ha dicho tomándome la mano: -Eres dulce y suave. -¿Como las natillas?- pensé… sin decir nada.

TREINTA Y OCHO AÑOS

Nací a finales del 70, tengo 38 años, igual que tú, bueno a decir verdad tú eres mayor que yo, aunque la diferencia se deba a unos cuantos meses. Hoy quiero hablar contigo, ¿porqué? Por estos años que llevamos juntas, (que son prácticamente todos). Por todo lo que hemos compartido en este tiempo, que doy fe que ha tenido de todo, bueno, malo, regular…pero en fin hagamos memoria. Nos conocimos hace mucho tiempo ¿te acuerdas? Yo tenía siete años, era una niña bastante tímida, vulnerable y reservada, tu por entonces, también tenías pocos años de vida tu aspecto era diminuto, frágil, silencioso… Sin embargo fui yo la que acudí a ti en busca de ayuda, ese fue nuestro primer encuentro, desde entonces nuestras vidas se unieron yo diría que para siempre. Compartí contigo mi niñez, enseñanzas, juegos, risas, llantos…pero sobre todo compartí contigo a muchas personas, que a través tuyo me dedicaron atenciones, cuidados, cariño, amistad… Así pasaron los años y rodeada siempre de mi familia y respaldada por ti, crecí, crecimos las dos. Poco a poco maduramos, nos hicimos fuertes, con opinión, con decisión, con identidad propia, con un criterio firme y seguro ante la vida, Compartimos un trabajo, unas actividades, unos temas de conversación, compartimos amigos, amores, encuentros y desencuentros… y también ¿Cómo no? algún enfado ¿te acuerdas? Me enfadaba contigo cuando nuestra opinión no era la misma, cuando las cosas no salían como yo deseaba, me daba rabia que conociéndonos tanto como nos conocíamos y estando tan unidas como estábamos, tú no me comprendieras, entonces me alejaba de ti, ponía distancia entre tú y yo, necesitaba tiempo para pensar, para calmarme y entender que existen distintos puntos de vista sobre un mismo tema, que somos diferentes (con derecho a serlo, además), que no vivimos de la misma manera las distintas situaciones que la vida nos plantea, que las cosas no son blancas o negras, que tienen matices que es necesario ceder, a veces tú, a veces yo, a veces las dos…y es entonces cuando llego a estas conclusiones, es entonces cuando vuelvo a ti, para hablar, para seguir compartiendo un presente y seguramente un futuro, porque tú das sentido a mi vida, ¿lo sabias? la llenas de proyectos que haces que estén a mi alcance. Hoy tenemos las dos 38 años, hemos recorrido un gran camino juntas, nos queda aún camino por recorrer, pero hoy te quiero decir que me siento orgullosa de haberte conocido, gracias por todo amiga, gracias por todo ASPACE. UN ABRAZO. Inmaculada Cordovilla Inma nació el mismo año en el que se constituyó Aspace, a quien se refiere este relato.

miércoles, 27 de enero de 2016

UNA LECCIÓN DE HUMILDAD

Había una vez un teléfono móvil muy presumido, tanto que rozaba la chulería. Por este motivo el teléfono fijo y el inalámbrico, hartos de escucharle decir a diestro y siniestro que era el mejor de todos, decidieron darle una lección de humildad. Así fue como una noche, aprovechando que el teléfono móvil estaba recreándose en su propia belleza delante de un espejo, escondieron su cargador. A los pocos días, pudieron ver a un teléfono móvil demacrado y faltó de salud, pidiendo ayuda, suplicando incluso que buscasen un cargador que le devolviera la energía necesaria para su vida. Fue el teléfono fijo quien se lo devolvió a los pocos minutos de oír sus terribles lamentos, por supuesto, nunca le dijeron que ellos mismos eran los culpables de su agotamiento físico. El teléfono inalámbrico fue quien hizo la conexión a la red eléctrica entre el móvil y su cargador permitiéndole la vida. Después de esto, el teléfono móvil fue mucho más humilde, sensato y agradecido con sus compañeros, aunque eso si... nunca dejó de mirarse al espejo. TUNINA

UNA ESTRELLA FUGAZ EN LA TIERRA

La luna estaba radiante y una multitud de estrellas abrazándola hacían que fuese una noche especialmente mágica. Paula, esa mujer de aspecto menudo y piel arrugada por la edad, lo sabía, y desde la ventana de su alcoba disfrutaba del panorama. Desde niña, vivía en una casita situada en la montaña y desde cría, los paisajes ofrecidos por la propia Naturaleza la llenaban de paz. De pronto, el llanto de su nieta rompe el silencio, rápidamente la coge en brazos y trata de calmarla: -¿Qué te pasa nena mía?-le pregunta inquieta -no puedes tener hambre, ni sed, tampoco frío ¿te duele algo? Si pudieses decírmelo sería más fácil. Estrella, esa niña rubia de ojos claros y luminosa sonrisa, era demasiado pequeña para poder hacerlo, sus pocos meses de vida no se lo permitían. La noche comenzó a nublarse, las estrellas perdían brillo y la luna frunció el cejo preocupada. La chiquilla no paraba de llorar, su abuela, queriendo espantar esas lágrimas tan feas, decidió contarle un cuento. Verás, lucerito- le dijo mientras le acunaba. -Había una vez un cielo repleto de estrellas, algunas tenían un brillo sobrenatural, otras contaban con el destello adecuado y las menos afortunadas apenas tenían luz. Una noche, la luna, quiso hacerse una foto junto a ellas y les preguntó: - ¿Quiénes queréis haceros una foto conmigo? -¡Yo! -dijeron todas. -Pero ¡todas no cabéis en una foto! –Contestó la luna-, haremos una cosa, formareis grupos de estrellas con un brillo similar y cada uno de ellos, elegirá un motivo por el que pensáis que la foto saldrá bien. Después, yo me decantaré por las estrellas que más me convenzan ¿de acuerdo? -De acuerdo, - dijeron todas. A la noche siguiente, estaban agrupadas delante de la luna, esperando pacientemente a que ella les otorgase la palabra. Comenzó el grupo de estrellas que más brillaba en el firmamento. -Nosotras, te daremos el brillo que jamás has tenido en tu vida- dijeron convencidas. Esta bien, dijo la luna, que pasen las siguientes y pasó el grupo de estrellas que contaban con el brillo adecuado. -Nosotras, te ofrecemos una iluminación perfecta.-Dijeron contentas. Esta bien, dijo de nuevo la luna, que pasen las siguientes, entonces pasó un puñado de estrellas con muy poca luz. -Nosotras, te regalamos una luz tenue y romántica.-Dijeron muy tímidas. Es una elección difícil- comentó la luna después de escucharlas a todas- ¿Con qué grupo de estrellas quedará mejor la foto? ¡Ya esta! Dijo de pronto, me quedaré con las que brillan menos. -¿Por su luz tenue y romántica? Eso es una cursilería- dijeron muchas. - No, porque con ellas... brillaré aún más –contestó la luna orgullosa. -¡Yo sé de alguien que podría eclipsarte! - Se oyó decir a lo lejos. -¿Quién?-Preguntaron algunas. Fuera, el cielo se cubrió de nubes, la presencia de un fuerte viento enfrió la atmósfera, las estrellas dejaron de brillar y la luna palideció. La niña estaba callada, callada y fría, en algún momento del relato había dejado de respirar. -¡Estrella!... ¡Estrella!... –gritó la abuela al percatarse. Fue inútil... la noche se la tragó.

UN NÚMERO ENTRE LETRAS

Cuenta una leyenda, que hubo un país, en el que hace muchos, muchísimos años, habitaban las letras. La a, la b, la c… todas vivían allí, alegres y contentas. Allí, nacían, crecían, se unían entre ellas y formaban palabras, frases, poemas, formaban escritos que contaban sus vidas y que luego transmitían a otros países en forma de libros. Un día, apareció en la plaza del pueblo, un número cardinal, nunca se supo si llegó de otro planeta, si estaba perdido, o si alguien lo trajo de algún país exótico, lo cierto, es que fue rechazado por ser diferente. Aquella tarde, las letras F y S salieron a dar un paseo y al volver a sus casas, se lo encontraron. Entonces dijeron: - ¡Mira que ser más extraño! alto, delgado y negro ¿Quién será? -Soy el 1-contestaba el número tímidamente. -¿Qué haremos con él?-seguían diciendo sin escucharle apenas-No podemos unirlo a nosotras, con él no podemos formar palabras, no es una letra. -Soy el primer número de mi serie -decía el 1 alzando su voz. -Nos pareces un tipo muy raro-le gritaron la F y la S al unísono. -El 1 pasó la noche llorando en soledad, sintiéndose desgraciado. A la mañana siguiente, la W pasó por allí y le vio llorar, preocupada le preguntó el motivo de su llanto. El Nº 1 le dijo-Es que soy diferente a vosotras. No sé como llegué aquí, pero sé que nadie me quiere, por eso, me iré. La W le contestó: Mira, se me ocurre una idea, ven a mi casa y te explicaré mi plan, pero antes, secaté esas lágrimas, no soporto verte sufrir. El 1 así lo hizo, secó sus lágrimas y le siguió obediente hasta su casa. Una vez allí la W le propuso: -Voy a disfrazarte de I, así no tendrás problemas, todos creerán que eres una letra y podrás llevar una vida como cualquiera de nosotras ¿Qué te parece? -Muy bien-contestó el Nº 1. Así, vivió durante diez años, tiempo en el que, como si se tratara de un gran árbol, echó raíces. Ahora, sentía que no podía vivir en ningún otro lugar, era feliz allí. Un día, decidió quitarse el disfraz y mostrarse en la plaza del pueblo tal y como era. -¡El que no quiera mirarme que cierre los ojos! pensó, quitándose un gran peso de encima. Nadie le miró, por eso, las letras al chocarse unas con otras murieron todas.

QUE HABLE AHORA O CALLE PARA SIEMPRE

... ”Que hable ahora o calle para siempre” estas eran las palabras que el sacerdote estaba pronunciando en ese mismo momento. ... “Que hable ahora o calle para siempre, palabras que retumbaban en su cabeza sin saber que rumbo tomar, ¿Qué hacer? tenía que decidirlo en cuestión de segundos y en cuestión de segundos, le vino el recuerdo de la noche anterior, en la que el hombre que ahora se estaba casando (con otra), estaba en sus brazos. ¿Qué como llegó allí? Tal vez la casualidad, el destino, unas cuantas copas de más… en fin, a ella siempre le gustó, pero era el novio de su mejor amiga y... la verdad, nunca tuvo suerte con los hombres, todos los que le gustaban o estaban comprometidos o eran gays. Pero anoche, él estuvo en sus brazos, de acuerdo, una serie de casualidades influyeron para que esto fuese así, no se puede decir que fuese el amor precisamente quien los empujara con tanta precipitación hacia la cama, pero ¿y qué? Fue suyo y a ella siempre le gustó, lo que pasa es que a él no (al menos, no de la misma manera) y se lo dijo nada más despertar, le dijo que la situación se le había escapado de las manos, que lo sentía mucho… -Pues que pena- pensó ella, sin sentirlo en absoluto. Y ahora en su boda, cuando se estaba casando con otra, tenía que decidir si hablar o callar para siempre, vuelve a oír al sacerdote diciendo: …Que hable ahora o calle para siempre…y optó por callar sí, por ella, por él, por su amiga…optó por callar y lo haría… para siempre.

MIS AMORES

MIS AMORES Nací morena y tuve el pelo corto hasta poco antes, de cumplir mi primera comunión, en ese tiempo conocí a mi primer amiguito especial, tenía 7 años, íbamos juntos a la escuela, compartíamos pupitre y autobús de regreso a casa así, entre risas y juegos, entre idas y venidas, transcurrían nuestros días hasta que, su madre, lo cambió de colegio, por razones aún desconocidas por mi, y no lo ví más. Después, llegó mi comunión y recuerdo que, en ella, lucí una larga, abundante y brillante melena, tambien recuerdo que, no hacia más que mirar en la iglesia donde se celebraba la ceremonia, a un muchacho vestido de Almirante que, ¡Bendita la casualidad! coincidimos tambien, en el mismo restaurante donde nuestras familias celebraban el banquete, y pude bailar con él, precisamente, cuando la orquesta tocaba: “Bailar pegados” de Sergio Dalma. Fué mi primer baile “agarrado” con un chico, lo recuerdo con tanta precisión, porque me pisó varias veces, ¡pobrecito! No sé quien estaba más nervioso de los dos, si él o yo. Nos dimos nuestros teléfonos pero vivíamos en distintos pueblos y nuestra relación no pasó de unas cuantas llamadas telefónicas. A los 13 años y con unas trenzas que me daban un aspecto de colegiala “empollona”, llegó mi primer beso en la boca, fué un beso tímido, como nuestro romance, porque hoy, mucho tiempo después de aquello, creo que fue eso, mi tremenda timidez, la que le empujó de manera tan rápida a los brazos de otra, otra mucho más espabilada que yo en esos menesteres del amor. Después, a mis 18 años recién cumplidos y queriendo “romper moldes” conmigo misma, mi pelo se llenó de bucles y de tinte rubio. Este era mi aspecto cuando llegó Daniel a mi vida y con él, mi primera relación profunda en todos sus aspectos, profunda y pasional hasta más no poder, ¡jamás pensé yo que se pudiera disfrutar tanto encima de un colchón! Con él lo aprendí, en realidad, aprendí a disfrutar: en la cama, en los asientos de mi coche, en el ascensor, en las butacas traseras del cine, en la moqueta de mi casa, en la ducha, en los aseos de un centro comercial... debía ser yo muy ingenua, porque tampoco sabia el vacío que deja la ausencia de una persona que tanto te llena, vació y desolación, fue lo que sentí cuando se marchó con su esposa, porque estaba casado y era a ella a quien prefería, vacío y desolación, sentimientos que tambien los descubrí con él ¡Dios cuanto dolor! Quizá, escapando de ese dolor, transformé mi imagen, me volví pelirroja y con unas maletas hechas precipitadamente, me fui de viaje a África y allí, con los más desfavorecidos del planeta, estaba Adrián, un misionero, tan solidario y tan dispuesto a consolar a los demás que, nos consolamos juntos, después…regresé a España. Ahora, me encuentro sentada en la hamaca de mi habitación, sin más compañía masculina que, el osito de peluche que tengo tumbado en mi cama. Recuerdo las palabras de mi madre que, siendo testigo de mis amoríos, me decía no hace mucho tiempo. -Niña, ten cuidado con los hombres, pueden crear adicción y yo te veo bastante “enganchada”. -¡Tonterías! Mamá- le respondía yo. Se sorprendería ella, al verme ahora, sin hombres a mi vera, se sorprendería porque hasta yo misma lo estoy. En este momento, me invade una sensación de libertad que me gusta, hacía tiempo que no me encontraba así, y la verdad, es que al igual que con mi pelo rapado, (me lo corté al regresar de África) estoy cómoda sin ellos, no sé cuanto me durará este estado pero creo que, poco tiempo, porque esta misma mañana mi amiga Raquel me ha preguntado: -Oye ¿Qué quieres que te compre por tu cumpleaños? -A mi me encantaría-le dije sin pensarlo siquiera- que saliera un mulato imponente de una enorme tarta de chocolate, y “ligerito de ropa” se acercara a mi provocativamente, para darme a probar el primer trocito. Tunina

mi aniversario

MI ANIVERSARIO Me despierto sobresaltada y miro el reloj. Son las diez en punto de la mañana y recuerdo que es mi aniversario. Esto, siempre fue motivo de gozo en mi vida, sin embargo hoy... me siento apenada. Cumplo 55 años y estoy triste, como el nuevo día que llega a nuestras vidas, ya que al descorrer las cortinas de la ventana de mi cuarto, veo que está lloviendo. Nadie me ha felicitado. Mi marido se marchó temprano a trabajar y quizás, por no despertarme, no lo hizo ¿o fue porque no se acordaba del día que era? Quiero pensar que ha sido por no despertarme, deseo más pensar eso, a mi edad, he aprendido a rodearme de pensamientos apetecibles. Me he vuelto muy selectiva con todo lo referente a mi vida: exigente con las personas que me rodean, desconfiada con las noticias que me cuentan mis amigas, impaciente con mis obligaciones diarias... ¿será la edad? Mis hijos, tampoco me han felicitado, lo harán, estoy segura de ello, aunque estén muy ocupados, aunque estén lejos de casa, me llamarán por teléfono, son muy buenos, sobre todo buenas personas. Erika es bella desde que nació, sensata como nadie y tenaz con cada proyecto que se plantea en la vida. En estos momentos, se encuentra en Inglaterra perfeccionando su Ingles, trabaja en una peluquería tres días por semana, imparte clases de piano y colabora en un comedor infantil. Me escribe muchas cartas contándome lo que hace, mensajes que yo espero con impaciencia y después guardo en una caja como si fuese “Oro en paño”, me dice que no tiene novio, a mí me extraña, porque es inteligente y su trato es dulce y agradable. Confío en ella, de todas maneras es pronto, tiene toda la vida por delante. Sueña con ser azafata y viajar por todo el mundo, sin duda, acabará consiguiéndolo. Cuando era una cría, se quedaba boquiabierta viendo pasar los aviones y me decía señalando el cielo con su dedito: - Mamá, mira un vion, yo quero uno para mí, compameló. Yo le decía: - Hija, para poderlo hacer hay que ahorrar mucho. Y se quedaba muy triste, su carita de pena me llegaba al alma. David en cambio, es: orgulloso, cabezota y rebelde. Hasta el pelo tiene rebelde. Cuando era un bebé, tenía que dar gomina en su cabeza para peinarlo decentemente o pegarle suavemente en la boca por sacar la lengua y morder a todas mis amigas. Más tarde, siendo ya un jovencito de catorce años, era contestón y algo grosero: robaba caramelos en las tiendas del barrio, se reía del cura del pueblo, subía las faldas a las amigas de Erika, no hacia los deberes, rompía los cristales de las ventanas de mis vecinos... pero contaba con un corazón grandísimo. Me acuerdo cuando se arrojó al mar para salvar a un amigo de una muerte segura, las olas eran tremendas y el frío descomunal, puso en riesgo su propia vida, pero logró salvarlo, nunca aceptó ningún tipo de agradecimiento, ni siquiera las gracias, decía que los amigos estaban para eso, para sacarte de apuros, que había hecho lo que debía hacer ¡nada más! Y a mí, “se me caía la baba” por su valentía y bondad. Ahora, está en Barcelona, trabaja en un grupo musical y con sus conciertos, recorren la península Ibérica. Se ha dejado el pelo largo, lleva pendiente, se viste con ropa negra y ha tatuado su piel. A decir verdad, a mi no me gusta lo que hace, pero no pude quitar la idea de su cabeza. Está alegre y disfruta, al final... es lo importante. Son jóvenes: Erika tiene 23 años y David 20, están sanos y fuertes como robles, tienen ímpetu, están llenos de sueños y viven felices fuera de casa, sí, es ley de vida, ellos tienen que volar de mi lado, pero... ¡les echo tanto de menos! Recuerdo cuando eran crios, tan miedosos con todo, tan indefensos y dependientes de mí. Ahora, años más tarde, cuando están criados y educados, se alejan de mi vida, es ley de vida, pero me siento vacía sin ellos ¿por eso estaré tan triste? Me voy a duchar, después, aprovecharé para limpiar el desván, que tiene una necesidad tremenda, siempre olvidado por mi falta de tiempo y hoy tiempo... me sobra. Son las 11 de la mañana, recién duchada y vestida con una vieja bata color rosa, que por cierto, ¡le falta un botón! Cojo la escoba, el trapo de recoger el polvo, una bolsa de basura, el recogedor, un pañuelo para cubrir mi cabeza y voy decidida hacía el desván. Lo primero que veo, es un lienzo inacabado, es una obra pendiente en mi vida, como tantas otras que comienzo y no termino. Pintar es una de mis pasiones, hace un año, hice un curso de pintura, pero al final, nunca concluyo mis acciones. Me pasó lo mismo con las clases de ingles y con la natación, quise aprender a nadar y no lo conseguí, por lo menos, conseguí quitar ese miedo tan atroz al agua. Retiro el lienzo para poder pasar y limpiar con desenvoltura unos libros cubiertos de telarañas, ¡tenía que haber venido antes a limpiar! ¡Cuanta porquería! Tengo apilados en una estantería libros de todo tipo: novelas, libros de cocina, cuentos, recortes de periódicos, revistas, mapas y hasta un diccionario de bolsillo... Creo que mi vida se ha formado con todos esos textos que ahora estoy limpiando. En una esquina del desván, veo una bicicleta, le falta un pedal, tiene las ruedas desinfladas y el manillar roto, pero... ¡Qué bonita era! Hace años, su color rosa llamaba la atención de todas las niñas del barrio, tenía una cesta de mimbre con unas flores preciosas. Fue el regalo que le hicimos a mi hija cuando cumplió nueve años de edad ¡lloraba de la emoción! De pronto, una bolsa de plástico llama mi atención ¿Qué contendrá? Me acerco, la intento abrir, está atada con varias cuerdas y los nudos están muy apretados, ¿Quién la ataría tan fuerte? Consigo abrirla, meto la mano y saco: un tablero de parchís grandísimo, dos juegos de damas, un ajedrez de cristal, naipes, un cubilete y unos dados de colores. Cuando Erika era niña, pasábamos tardes enteras jugando a la cucaracha ¡Cómo nos reíamos! Vuelvo a meter todo en la bolsa, la ato con nudos bien apretados y dejo todo como estaba... no son más que juegos de mesa. Muy cerca, veo unas maletas, las reconozco enseguida, son las mismas maletas que mi marido y yo llevamos en nuestra Luna de Miel. Me acuerdo de todo con una precisión increíble: El viaje en avión ¡Qué miedo pasé! El hotel ¡Qué elegante y que grande era! El mar ¡Qué bonito! Desde que era niña me gustaba contemplarlo ¡pasaba horas haciéndolo! La primera noche con mi marido en la cama... ¡Qué nervios! Antes de que él empezara a tocar mi cuerpo yo ya estaba sudando, fue en Canarias, era el destino de moda para las parejas recién casadas de entonces y por supuesto, “mi primera vez”, fue después de casada ¡Qué tiempos aquellos! ¡Cómo ha cambiado la vida! Yo con mis hijos, no hablo de estos temas, para mí aún son tabú, pero estoy segura que ellos saben más que yo. De repente, una foto bastante grande llama mi atención, es muy antigua, está descolorida y algo rota, veo con claridad la imagen de unos crios bañándose en el mar. Somos mi marido y yo, me acuerdo perfectamente de aquel verano en San Sebastián, fuimos con nuestras respectivas familias a pasar unos días y nosotros presumíamos de nuestro noviazgo. Aún no sabíamos que era el amor, pero mira, cuarenta años más tarde... seguimos juntos. ¡Vaya estragos que hace el tiempo en nuestros cuerpos! ¡Cómo los deteriora! Aunque yo, a mis 55 años, no estoy nada mal, aún me siento atractiva, me cuido bastante, llevo una dieta equilibrada, acudo a un gimnasio regularmente, procuro vestirme con ropa que me favorece y el maquillaje y el corrector de ojeras no me faltan. En cambio, mi marido si que ha perdido con el paso de los años, ¡pobrecillo! Ha perdido pelo sobre todo, a decir verdad, está completamente calvo y ha ganado peso, (sobrepeso, diría yo) tiene muchas arrugas en su piel y sus pasos se han vuelto lentos ¡con lo guapo que era hace cuarenta años! Sin embargo, sigue siendo ese hombre tierno del que me enamoré hace muchísimo tiempo. De pronto, un ruido me hace volver de mis pensamientos. Me giro asustada y veo a mi marido. Lleva un ramo de rosas y me dice: -Felicidades cariño, es tu aniversario, he pedido la tarde libre en la oficina, ¿vamos a comer fuera? Emocionada, salto a sus brazos, pensando: -¡Dios! Pero que guapo sigo viendo a mi marido.

LÓGICA INFANTIL

El 20 de Julio de 1969 era sábado y hacía un calor espantoso. Alba se encontraba sentada en su pequeña silla de mimbre viendo la televisión. En su regazo estaba Lucas, un gato blanco precioso que le habían comprado por su cuarto cumpleaños, ahora tenia cinco años y estaba esperando un hermanito. Adoraba a su mascota casi tanto como a su muñeca Piluca, era su preferida: rubia de ojos claros y sonrisa perpetua a la que, de tanto jugar con ella, le faltaba un brazo. Estaba junto a ellos, vestida con su pequeño camisón rosa y descalza debido al sofocante calor, cuando un informativo da la noticia bomba: Neil Armstrong, comandante del módulo Lunar Apolo 11, se ha convertido en el primer ser humano que ha pisado la luna, sus primeras palabras al sentar el pie en nuestro satélite han sido: “Este es un pequeño paso para el ser humano pero un brinco gigante para la humanidad”... Alba asombrada, grita de repente: -Papá, Papá, ven rápido, corre, ven... -¿Qué pasa hija?-le dice su padre viniendo alarmado de la cocina. -Mira la televisión y escucha. -Sí, hija, el hombre ha pisado la luna por primera vez, es una gran noticia- le dice, tras mirar la tele unos segundos. -Pero papá eso es mentira y tu me dices que no hay que engañar a nadie. -Alba, eso no es mentira, esta mañana, es lo primero que he leído en el periódico, anunciaban la noticia con grandes titulares, la radio también lo ha dicho, se trata de un hecho histórico de gran importancia. -Pero papá, eso no puede ser. -Es difícil de creer Alba pero hemos pisado la luna ¿no te parece bonito? -Papá eso no es verdad- repite Alba insistente. -Es verdad hija- le dice su padre, irritado por tanta insistencia -No es verdad. -A ver Alba ¿por qué dices que es mentira? Le dice su padre, extrañado por la incredulidad de esa pequeña niña que todas las noches, se traga sin ningún problema todos los cuentos de hadas imaginables. -Porque en esa pequeña rodaja de melón, que yo veo de noche en el cielo... ¡una persona no cabe!

El primero de los últimos

EL PRIMERO DE LOS ÚLTIMOS El reloj de Pablo siempre estaba diez minutos adelantado, pensaba que de esta manera, llegaría siempre el primero a cualquier sitio. Pero esto nunca fue así, otros llegaban siempre antes y lo convertían en él último. Era el pequeño de sus hermanos porque nació él ultimo, era el último en despertar por las mañanas, él ultimo niño que entraba en clase después del recreo, fue él ultimo de sus amigos en salirle barba, era el último en tomar decisiones, fue ultimo en casarse... Un día, cayó en sus manos un periódico local que anunciaba una carrera de últimos, el premio sería para él ultimo que llegara a meta, Pablo decidió inscribirse pensando que sin duda ganaría. El día de la carrera llegó y Pablo estaba en la pista esperando la señal de salida, el sonido de un silbato dió la orden y comenzó a caminar muy despacio. -Tengo que dar pasos lentos, tengo que avanzar lentamente... -se recordaba a si mismo con cada pisada. Nunca miraba atrás, concentrado en su propósito se decía una y otra vez- Tengo que dar pasos lentos, tengo que avanzar lentamente... Los demás corredores apenas se movieron entonces... llegó el primero.

Como la vida misma

Es viernes por la tarde, termino mi jornada laboral, no tengo que volver a ella hasta el lunes. Trabajo en una tienda de comestibles desde hace dos años. Al llegar a casa, oigo la voz infantil de mi niño que, con siete años recién cumplidos, canturreaba: -Devórame otra vez…devórame otra vez… Al verme, saltó a mis brazos diciendo: -Mira mamá ¡se me ha caído un diente! Yo, dándole un beso en la mejilla, le digo: -¡Que bien! esta noche lo pondremos debajo de la almohada, y ya verás como, mañana, el ratoncito Pérez te traerá un regalo. Miré alrededor y ví a mi suegro, un hombre bastante delicado de salud, estaba sentado en el sofá de la sala, viendo la televisión, mi marido estaba cerca de nuestro hijo, riéndose (por la canción, supongo, ¿dónde la habría oído?), les salude a los dos, y me fui a mi habitación, me cambié de ropa y me dispuse a preparar la cena. Una hora más tarde estábamos sentados alrededor de la masa de la cocina dispuestos para…. cenamos, la caída del diente y la ilusión por un regalo de un personaje nuevo en la vida de mi niño, fueron los temas de conversación. Mi hijo se marchó a la cama inquieto por ese acontecimiento, hasta ahora, desconocido para él, pusimos el diente debajo de la almohada, y después de contarle un cuento, que apenas escuchó, se quedó dormido profundamente, (momento que aprovecho para colocar junto a su almohada una gran piruleta roja, de manera que fuese lo primero que viera al despertar). De camino hacia mi cama, pensé, que la infancia es una época maravillosa en la vida de una persona, en ella predomina la ingenuidad, la inocencia, la capacidad de asombro…aspectos que en otras épocas de la vida, se van perdiendo irremediablemente. Me fui a la cama queriéndole explicar todo eso a mi marido, todo eso, y mucho más, le quise explicar como me siento en el trabajo, le quise hablar de la relación con mi suegro en casa, le quise explicar como me hace sentir mi hijo, la alegría que aporta a mi vida, mis dudas con respecto a su educación, mis miedos en relación a su futuro… Quise compartir mis inquietudes con él, y después, abrazarle apasionadamente, fundirme en sus brazos, dejarme llevar por ellos…por él…por esa pasión que, a menudo, nos arrastra hasta dejarnos exhaustos. Pero él, cansado como estaba, después de una dura jornada laboral, (es camionero), me dijo, sin apenas mirarme, (ni escucharme), que ya hablaríamos en otra ocasión, que estaba “demasiado cansado” y necesitaba dormir. Me acosté y me tapé con la sabana, enfadada por no poder mantener una conversación de temas que, en ese momento, me preocupaban a mí. Otras noches, el inicia conversaciones, (de trabajo casi siempre) que yo escucho con atención, o por lo menos, demuestro un mínimo de interés por hacerlo. Me tapé con la sabana, enfadada, pensando que yo también estoy cansada, muchas veces, porque yo al igual que él, trabajo fuera de casa y dentro de ella (él, en casa, bastante menos que yo). Me tapé con la sabana, enfadada porque esa noche, no íbamos a fundir nuestros cuerpos hasta estremecernos de gusto, porque él, estaba “demasiado cansado” para hacerlo, y cuando él decía que estaba “demasiado cansado”, no había nada que hacer…más que descansar, (con lo que él insiste, cuando la cansada soy yo). Me tapé con la sabana, enfadada y así, enfadadísima, me dormí. A la mañana siguiente, voy a despertar a mi hijo y le pregunto por el regalo del ratoncito Pérez, ya que no veo la piruleta por ningún sitio y me dice: - Se la dí al abuelo. -¿No te gustó?- le pregunté extrañada. -Es que al abuelo, se le cayeron todos los dientes-me dijo él. Voy rápidamente a la habitación de mi suegro, preocupada, por no saber que había pasado, quizás se había caído durante la noche, quizás estaba inconsciente y sangrando, pero al entrar en su cuarto…veo la piruleta roja de mi hijo, al lado de la dentadura postiza, que el abuelo se quita para dormir y deja en la mesilla de noche. Vuelvo con mi hijo y mientras le acabo de vestir pienso: -Por favor Pablo… no crezcas nunca.