miércoles, 2 de septiembre de 2009

La rana Gustavo

LA RANA GUSTAVO

Lo reconocí nada más verlo, estaba sentado en la balda de una tienda de juguetes, era el mismo personaje que, muchos años atrás, acaparó mi curiosidad de niña.

Su aspecto seguía siendo el mismo: largo, delgado y vestido de verde, sus redondos ojos parecían mirarme, sin embargo, no encontraron en mi aquella niña de entonces y, por eso, no me reconoció.

En mi niñez, él ya era un personaje famoso y a través de sus actuaciones televisivas le conocí. Me pareció simpático y tanto su extravagante figura, como su tono de voz agradable y ameno, me tenían completamente embelesada.

Se llamaba Gustavo y era un muñeco con forma de rana que salía en un programa infantil, decía: ”Hola niños soy Gustavo, el reportero más dicharachero de Barrio Sésamo” después, aparecían en escena otros personajes: El monstruo de las galletas, que se las devoraba nada mas verlas, La gallina Caponata, con su gran tamaño y sus plumas de colores, Don Pimpón, regordete y con pantalones de peto, Epi y Blas…

Todos ellos me gustaban, llenaban mi vida de color, de ilusión y fantasía y lo hacían, en apenas media hora diaria de programación televisiva.

Después, con el paso del tiempo, esos personajes dieron paso a otros, que al igual que la niñez, fueron dejando sitio a otras etapas de mi vida.

Pero hoy, al ver de nuevo a la rana Gustavo, sentada en la balda de aquella tienda de juguetes, la niñez ha vuelto a mí, para demostrarme tal vez, que nunca se fueron del todo, que por un momento, vuelven a estar aquí, conmigo: El monstruo de las galletas, La gallina Caponata, Don Pimpón, Epi y Blas… vuelven a estar aquí, abrazados a la rana Gustavo que veo al mirar la balda de esa juguetería.

Inmaculada Cordovilla

esta soy yo

la vanidad de la luna

LA VANIDAD DE LA LUNA

Había una vez un cielo repleto de estrellas: algunas tenían un brillo sobrenatural, otras contaban con el brillo adecuado y las menos afortunadas apenas tenían luz.

Una noche, la luna quiso hacerse una foto junto a ellas y les pregunto:

- ¿Quiénes queréis haceros una foto conmigo?

-¡Yo! -dijeron todas.

-Pero ¡todas no cabéis en una foto!-contestó la luna, haremos una cosa, formareis grupos de estrellas con un brillo similar al vuestro, pensareis el motivo por el que creéis que la foto saldrá bien y yo me decantaré por la razón que más me convenza ¿de acuerdo?

-De acuerdo - dijeron todas.

A la noche siguiente, estaban agrupadas delante de la luna, esperando pacientemente a que ella les otorgase la palabra. Comenzó el grupo de estrellas que más brillaba en el firmamento.

-Nosotras te daremos el brillo que jamás has tenido en tu vida- dijeron convencidas.

Esta bien, dijo la luna, lo pensaré, que pasen las siguientes y pasó el grupo de estrellas con el brillo adecuado.

-Nosotras te ofrecemos una iluminación perfecta.-Dijeron risueñas.

Esta bien, dijo de nuevo la luna, lo pensaré, que pasen las siguientes, entonces pasó un puñado de estrellas con muy poco brillo.

-Nosotras te regalamos una luz tenue y romántica.-Dijeron muy tímidas.

Es una elección difícil- murmuró la luna después de escucharlas a todas, ¡ya esta!- Dijo de pronto- me quedaré con las estrellas que brillan menos.

-¿Por su luz tenue y romántica? Eso es una cursilería- dijeron muchas.

- No, porque con ellas brillaré aún más -dijo la luna sonriendo.

-¡Vanidosa!- Gritó entonces una estrella fugaz.

Y la luna sonrojada... dejó de brillar.


Inmaculada Cordovilla