LA RANA GUSTAVO
Lo reconocí nada más verlo, estaba sentado en la balda de una tienda de juguetes, era el mismo personaje que, muchos años atrás, acaparó mi curiosidad de niña.
Su aspecto seguía siendo el mismo: largo, delgado y vestido de verde, sus redondos ojos parecían mirarme, sin embargo, no encontraron en mi aquella niña de entonces y, por eso, no me reconoció.
En mi niñez, él ya era un personaje famoso y a través de sus actuaciones televisivas le conocí. Me pareció simpático y tanto su extravagante figura, como su tono de voz agradable y ameno, me tenían completamente embelesada.
Se llamaba Gustavo y era un muñeco con forma de rana que salía en un programa infantil, decía: ”Hola niños soy Gustavo, el reportero más dicharachero de Barrio Sésamo” después, aparecían en escena otros personajes: El monstruo de las galletas, que se las devoraba nada mas verlas, La gallina Caponata, con su gran tamaño y sus plumas de colores, Don Pimpón, regordete y con pantalones de peto, Epi y Blas…
Todos ellos me gustaban, llenaban mi vida de color, de ilusión y fantasía y lo hacían, en apenas media hora diaria de programación televisiva.
Después, con el paso del tiempo, esos personajes dieron paso a otros, que al igual que la niñez, fueron dejando sitio a otras etapas de mi vida.
Pero hoy, al ver de nuevo a la rana Gustavo, sentada en la balda de aquella tienda de juguetes, la niñez ha vuelto a mí, para demostrarme tal vez, que nunca se fueron del todo, que por un momento, vuelven a estar aquí, conmigo: El monstruo de las galletas, La gallina Caponata, Don Pimpón, Epi y Blas… vuelven a estar aquí, abrazados a la rana Gustavo que veo al mirar la balda de esa juguetería.
Inmaculada Cordovilla