jueves, 24 de abril de 2008

MARIA

MARÍA

A pesar de sus treinta años María seguía creyendo en los Cuentos de hadas, pensaba que en cualquier momento entrarían por la puerta de su habitación, Cenicienta cogida del brazo de su apuesto príncipe o la bella durmiente de un bosque encantado.

Sin duda, María creía en los sueños y en sus sueños, se casaba con un príncipe azul que aparecía misteriosamente, después de besar a una rana.

Por eso, todas las mañanas de su vida, acudía al estanque situado a las orillas de su pueblo, para atrapar ranas y besarlas.

Besó una, besó dos, besó tres y el príncipe no aparecía, besó cuatro, besó cinco, besó seis y el príncipe seguía sin aparecer, ella se dijo, sin perder la ilusión:

-No importa, seguiré intentándolo, seguiré besando ranas y al fin, me casaré con un apuesto príncipe ¡estoy segura!

Y así fue como María, día tras día, acudía al estanque para seguir besando ranas, hasta que envejeció y cansada de besar ranas, pero sobre todo, cansada de esperar a un príncipe azul que no llegaba, se sentó a la orilla del estanque y se puso a llorar.

De pronto, un enorme sapo, se acercó a ella y le dió tanta lastima que besó sus lágrimas, entonces, mágicamente, María se transformó en la rana más bella del estanque, el sapo enamorado cayó rendido a sus pies.

Este hecho, la dejó de piedra y desde ese instante, adorna la frente de una calavera situada en una cornisa de la fachada de la Universidad de Salamanca... descansa en paz amiga.

La huida de Felix

LA HUIDA DE FELIX

Félix era el dueño del mejor sofá que había en la sala. Allí disfrutaba de su siesta diaria sin ser molestado por nadie. Comía el primero y siempre su plato favorito. Lucía un aspecto envidiable: sano limpio y perfumado.

Vivía en el seno de una familia acomodada compuesta por un matrimonio de mediana edad y tres hijos tan juguetones como él.

Sin embargo, Félix estaba triste, no le permitían salir a la calle por temor a que no regresara, y así, envuelto en un amor egoísta vivió durante años.

Un día quiso tomar el sol y salió a la terraza, sentía el calor de sus rayos, cuando de pronto, entre la multitud, le pareció ver a un semejante. Se lanzó desde un tercer piso en su búsqueda pero solo consiguió romperse una pata.

Se arrastró como pudo hasta el portal, esperando la llegada de algún vecino que le auxiliara pero quien llegó fué la noche, ella le meció entre sus brazos hasta que rendido se durmió.

Al amanecer, despertó en otros brazos, eran las lindas patitas de una gata, tan semejante a él, que le entró un pánico tremendo.

- ¿Quien eres tú? le preguntó Félix.

- Soy una gata ¿no lo ves? Le contestó ella lamiendo su pata herida.

Nadie los vió desde entonces.

Inmaculada Cordovilla

COMO LA VIDA MISMA

COMO LA VIDA MISMA

Aquella mañana de Enero, Bartolo, profesor de primaria desde hace más de cuarenta años, llegó a la escuela mojado por la lluvia y salpicado por el barro que despidieron las ruedas de un camión al pasar junto a él.

Al entrar en clase, sus alumnos le oyeron protestar mientras secaba sus ropas al calor de una vieja estufa y frotaba el barro de sus pantalones, sin embargo, nadie extrañó sus protestas, pues quejarse era su tónica general.

Era un hombre desaliñado, pálido y de aspecto melancólico, pero buen profesor, los niños de su clase terminaban siendo los más listos de la comarca y este hecho acabó por atraer a multitud de padres deseosos que sus hijos fuesen educados por él.

Tanto fue así, que en muy pocos años, aquel pueblecito tranquilo situado en la ladera de una montaña, se llenó de habitantes y acabó convirtiéndose en una pequeña Urbe.

La añoranza que Bartolo sentía por el lugar que le vió nacer y del que solo quedaba su nombre escrito en un cartel que había junto a la carretera, le sumió en una profunda depresión.

Transcurrió mucho tiempo antes de que se recuperara, y ahora, cuando parecía que se desenvolvía con soltura en un medio que siempre consideró hostil, se tenía que jubilar.

Sus vecinos estaban tristes por ello, sabían que sin él, sus hijos no serían tan brillantes con los estudios y esto les preocupaba tanto, que logró inquietar también a Bartolo.

Por eso, aquella mañana de Enero, tras secar sus ropas al calor de la vieja estufa y quitar el barro de sus pantalones, se puso a dar lecciones a sus discípulos bastante nervioso.

-Decirme niños- dijo señalando una gran pizarra verde-¿cuál de estas letras es la J?

-La J es una letra entregada por completo al mundo del baile-contestó un muchacho rubio y de ojos saltones.

-No digas tonterías manolito- dijo acallando bruscamente las risas del resto.

-Y la T ¿cuál de estas letras es la letra T?

-La T es un martillo de pie-dijo entonces un chavalillo de aspecto menudo.

-¿Y la D?- dijo ignorando las contestaciones de los niños.

-La D es la tripa de una embarazada-comentó muy rápido un crío delgadito y muy alto sentado al fondo de la clase.

-Cómo sigáis así os voy a tener que castigar, por ultima vez ¿cual de estas letras es la W?

-La W es la única letra que vemos doble sin estar borrachos-Dijo una niña de largas trenzas.

-Está bien, se acabaron las bromas, estáis castigados sin recreo, pero ¿vosotros que pensáis de la vida? Venga contestar-repitió Bartolo muy enfadado-¿vosotros que pensáis de la vida?

-Que la vida es... que la vida es tan seria que a veces conviene hacerle cosquillas-Contestó un muchacho situado en las primeras filas.

Entonces, una sonrisa cambió por completo la expresión de su cara, no había melancolía, el color volvió de repente a sus mejillas y hasta su aspecto andrajoso pareció esfumarse.

-¿Se encuentra bien “Profe”?-Preguntaron los niños.

-Sí pequeñuelos, estupendamente, a veces unas simples cosquillas... hacen milagros.

Inma

viernes, 18 de abril de 2008

La vanidad de la luna

Había una vez un cielo repleto de estrellas: algunas tenían un brillo sobrenatural, otras contaban con el brillo adecuado y las menos afortunadas apenas tenían luz.

Una noche, la luna quiso hacerse una foto junto a ellas y les pregunto:

- ¿Quiénes queréis haceros una foto conmigo?

-¡Yo! -dijeron todas.

-Pero ¡todas no cabéis en una foto!-contestó la luna, haremos una cosa, formareis grupos de estrellas con un brillo similar al vuestro, pensareis el motivo por el que creéis que la foto saldrá bien y yo me decantaré por la razón que más me convenza ¿de acuerdo?

-De acuerdo - dijeron todas.

A la noche siguiente, estaban agrupadas delante de la luna, esperando pacientemente a que ella les otorgase la palabra. Comenzó el grupo de estrellas que más brillaba en el firmamento.

-Nosotras te daremos el brillo que jamás has tenido en tu vida- dijeron convencidas.

Esta bien, dijo la luna, lo pensaré, que pasen las siguientes y pasó el grupo de estrellas con el brillo adecuado.

-Nosotras te ofrecemos una iluminación perfecta.-Dijeron risueñas.

Esta bien, dijo de nuevo la luna, lo pensaré, que pasen las siguientes, entonces pasó un puñado de estrellas con muy poco brillo.

-Nosotras te regalamos una luz tenue y romántica.-Dijeron muy tímidas.

Es una elección difícil- murmuró la luna después de escucharlas a todas, ¡ya esta!- Dijo de pronto- me quedaré con las estrellas que brillan menos.

-¿Por su luz tenue y romántica? Eso es una cursilería- dijeron muchas.

- No, porque con ellas brillaré aún más -dijo la luna sonriendo.

-¡Vanidosa!- Gritó entonces una estrella fugaz.

Y la luna sonrojada... dejó de brillar.