miércoles, 27 de enero de 2016
UN NÚMERO ENTRE LETRAS
Cuenta una leyenda, que hubo un país, en el que hace muchos, muchísimos años, habitaban las letras.
La a, la b, la c… todas vivían allí, alegres y contentas. Allí, nacían, crecían, se unían entre ellas y formaban palabras, frases, poemas, formaban escritos que contaban sus vidas y que luego transmitían a otros países en forma de libros.
Un día, apareció en la plaza del pueblo, un número cardinal, nunca se supo si llegó de otro planeta, si estaba perdido, o si alguien lo trajo de algún país exótico, lo cierto, es que fue rechazado por ser diferente.
Aquella tarde, las letras F y S salieron a dar un paseo y al volver a sus casas, se lo encontraron. Entonces dijeron:
- ¡Mira que ser más extraño! alto, delgado y negro ¿Quién será?
-Soy el 1-contestaba el número tímidamente.
-¿Qué haremos con él?-seguían diciendo sin escucharle apenas-No podemos unirlo a nosotras, con él no podemos formar palabras, no es una letra.
-Soy el primer número de mi serie -decía el 1 alzando su voz.
-Nos pareces un tipo muy raro-le gritaron la F y la S al unísono.
-El 1 pasó la noche llorando en soledad, sintiéndose desgraciado. A la mañana siguiente, la W pasó por allí y le vio llorar, preocupada le preguntó el motivo de su llanto.
El Nº 1 le dijo-Es que soy diferente a vosotras. No sé como llegué aquí, pero sé que nadie me quiere, por eso, me iré.
La W le contestó: Mira, se me ocurre una idea, ven a mi casa y te explicaré mi plan, pero antes, secaté esas lágrimas, no soporto verte sufrir.
El 1 así lo hizo, secó sus lágrimas y le siguió obediente hasta su casa. Una vez allí la W le propuso:
-Voy a disfrazarte de I, así no tendrás problemas, todos creerán que eres una letra y podrás llevar una vida como cualquiera de nosotras ¿Qué te parece?
-Muy bien-contestó el Nº 1.
Así, vivió durante diez años, tiempo en el que, como si se tratara de un gran árbol, echó raíces. Ahora, sentía que no podía vivir en ningún otro lugar, era feliz allí.
Un día, decidió quitarse el disfraz y mostrarse en la plaza del pueblo tal y como era.
-¡El que no quiera mirarme que cierre los ojos! pensó, quitándose un gran peso de encima.
Nadie le miró, por eso, las letras al chocarse unas con otras murieron todas.