lunes, 14 de marzo de 2016

RAMIRO

Ramiro era un aventurero: audaz, intrépido, valiente… sin miedo a nada. Un día cogió su coche abrasado a kilómetros y se marchó, sin despedirse de nadie, desapareció en busca de aventuras. Conducía de día, de noche, con frío, con calor, con sueño, con rabia, por carreteras estrechas, solitarias o llenas de trafico, atravesaba ciudades y pequeños pueblos, condujo durante horas, durante días, condujo confuso, perdido y solo. Y en la soledad de aquella tarde de verano sintió hambre. De pronto vio un rotulo anunciando un restaurante. Apretó el acelerador y en unos minutos estaba plantado en su puerta. -¿Puedo comer aquí?-Preguntó al primer hombre que vió en aquel local. - ¡Como no! pase a nuestro comedor y será bien atendido Señor.-le dijo un camarero. De repente se encontró en un comedor que le confundió enormemente, tanto que se frotó los ojos para comprobar que no eran visiones lo que estaba viendo. Era un comedor normal, con mesas, cuadros, lámparas, cortinas y alfombras… sin embargo, los comensales eran números. El Nº 8 estaba sentado en una mesa y le miraba de forma insinuante. Se parecía mucho a su prima, la que vivía en cuenca, ella cada vez que iba a su casa por Navidad le decía mirándole de esa manera: “Ten primo come marisco, es afrodisíaco” y este Nº 8, además de parecerse muchísimo a sui prima, estaba comiendo langostinos. -¡Que horror- pensó. Más alejado estaba el numero 5, “barrigón” como el sargento que tuvo Ramiro cuando cumplió el servicio militar. -¡Firmes!-decía gritando y este grito, le afectó tanto en su vida, que aún hoy, ponía su espalda derecha hasta cuando estaba “tirado” en el sofá. El Nº 1, sentado en una mesa redonda, comía un pastel y le recordaba a una medio novia extremadamente delgada que tuvo en su juventud, con la cual nunca llegó a nada serio. Y cerca, muy cerca de él, se encontraba el Nº 13, este número siempre le dio mala suerte y ahora, le miraba divertido, aunque a él esta proximidad, no le hacia ninguna gracia. No daba crédito a sus ojos, la escena que veía no podía ser real, los números no pueden moverse, no pueden comer, ni parecerse tanto a las personas… -¿Estoy borracho?- se preguntaba Ramiro mientras escapaba en busca de otro comedor. De pronto, en el pasillo, se le abalanzó una mujer tan tremendamente grande, exuberante y fogosa que le entró un pánico terrible, tanto que…despertó. Y es que Ramiro estaba soñando y sudoroso, despertó tambien a su compañero de cama, diciéndole con gestos amanerados: -Abrázame cariño, he tenido una pesadilla ¡no sabes que mujer se me echaba encima!