lunes, 28 de noviembre de 2011

viaje a Paris mayo 2011

UN FIN DE SEMANA EN PARÍS

En torno a las 12 y media del mediodía del sábado 14 de Mayo de 2011 con un cielo bastante despejado y un viento algo fresco, llame a mi madre por teléfono. Me encontraba en el segundo piso de la torre Eiffel y quería decirle que estábamos divisando Paris desde su famosa torre. A continuación, mis ojos se llenaron de lágrimas, eran lágrimas de emoción, era mi reacción ante un sueño cumplido.

Y como todo sueño que se precie, nos costó cumplirlo. Un año y medio ahorrando para poder ir, 2 intentos fallidos, una por ponerme enferma con neumonía en Mayo pasado y otra por la huelga de los controladores aéreos en Septiembre de 2010. Pero a pesar de la frustración, las ganas seguían intactas. Decidimos seguir ahorrando, porque el viaje quedaba aplazado pero de ninguna manera anulado.

Por fin, el 13 de Mayo del 2011 y aprovechando una oferta, comenzó la aventura. El viaje en tren de alta velocidad desde Hendaya era toda una novedad. Nos falló la plataforma de subida, primero no encontraban las llaves de contacto y después, la máquina apenas tenía batería pero conseguimos subir, “Deberían asegurar el funcionamiento de los medios técnicos pero no pasa nada” nos dijimos contentas por estar arriba.

Aproximadamente dos horas mas tarde, el tren tuvo que estar parado durante un tiempo, ya que otro, con un problema mecánico ocupaba las vías y hasta nueva orden no podíamos continuar con nuestro trayecto. Nosotros, nos sorprendimos bastante, pero a juzgar por las risas del resto de los ocupantes que viajaban con nosotros, esto debía de pasar bastante a menudo.

Después de siete horas de viaje y llegar con hora y cuarto de retraso a París, fuimos a coger un taxi adaptado y no había ninguno, teníamos que haberlo reservado con antelación. Tuvimos que desmontar mi silla y meterla como pudimos en un taxi normal. Llegamos al hotel y tampoco estaba adaptado dos escaleras hasta llegar a un ascensor pequeñísimo en el que no entraba ni mi silla de ruedas ni ninguna otra nos hicieron pedir cambio de hotel.

Era viernes por la tarde y era imposible encontrar otro hotel adaptado con dos habitaciones nos dijeron. Media hora esperando en una salita llenas de incertidumbre. De repente, ¡ya estaba solucionado! muy cerca consiguieron alojamiento. Estábamos situadas en el barrio Latino, en un hotel precioso, las cuatro juntas y felices.
Esa misma noche fuimos a cenar con Nataly profesora mía de un curso de “escritura creativa” que realicé aproximadamente hace 4 años y principal motivo de mi viaje a París. Me hacía mucha ilusión conocerla en persona ya que disfrute estudiando con ella y logré avances importantes. Llegó con su marido y un diminuto ser en su tripa ya que está embarazada de 4 meses.

Nos cautivo su cercanía, su dulzura, su agradable trato, la simpatía de Sthephen, su chico, la disposición por conocer “nuestro mundo tan distinto al suyo” decían ellos, y por enseñarnos los alrededores del barrio donde estábamos alojadas, tan amablemente y sacarnos fotos con ellos. Así es como conocí Notre Dame de noche y los paseos que rodean al río Sena.

Después de pasear un tiempo por los alrededores, el cansancio se hacia notar en nuestros cuerpos y nos fluimos al hotel con una sensación muy agradable. Eran buena gente que prometieron devolvernos la visita no tardando mucho ya que el marido de Nataly nació en Mont de Marsan y sus padres viven en Pau.

Al día siguiente, sábado y después de desayunar empezamos por conocer la terraza del hotel que un camarero muy amable nos aconsejo y nos llevó hasta ella, era un ático espectacular, se divisaba París, estuvimos un buen rato deleitándonos y disfrutando del panorama después nos fuimos a visitar la torre Eiffel y trocadero.

Nos montamos en un autobús adaptado que hacia ruta por París (Open Tour) y nos llevaba por los sitios más emblemáticos de la Ciudad contándonos su historia: vimos el edificio de la Asamblea Nacional, la Madelaine, El Obelisco, Los Campos Eliseos... allí nos bajamos y fuimos al hotel caminando por una calle que estaba llena de escaparates con ropa de firma de grandes diseñadores.

Seguimos caminando y haciéndonos fotos, así llegamos al Hotel Plaza en el que dos conserjes que estaban a cada lado de la escalinata me hicieron una reverencia cuando me acerqué. Me dio la risa jamás en mi vida me habían saludado agachándose y quitándose el sombrero a mi paso. Después fuimos caminando por la vereda del río Sena hasta el barrio Latino, lugar donde estaba nuestro hotel.

Otra anécdota nos esperaba en nuestro largo y precioso paseo, tres chicos se nos acercaron por detrás con aspecto sospechoso y hablando en francés entre ellos, nos agarramos a nuestros bolsos y nos miramos entre nosotras. Nos paramos para saber donde se dirigían y ellos también frenaron su paso. Seguramente vieron que su presencia nos puso en alerta y minutos mas tarde, decidieron marcharse.

Llegada la noche y después de llegar sanas y salvas a nuestro Hotel, fuimos a cenar al Chez Clemente: Ostras, langostinos, carne en salsa salmón, profiteroles con chocolate y vino blanco para brindar, compusieron nuestro menú, éramos conscientes de que era la ultima noche en París, así que regresamos al hotel entre felices por vivir esta experiencia y tristes por un tiempo que se nos escapaba de las manos demasiado deprisa.

Al día siguiente domingo, fuimos al Museo de Louvre, nos bajamos por la pirámide de cristal ¡tantas veces vista por la televisión de mi casa! fuimos a conocer el hotel Ritz situado en la plaza Vandome y después a nuestro hotel. Allí nos esperaba Nataly, ya que el día antes nos había llamado por teléfono para estar un ratito con nosotras y despedirnos hasta un nuevo encuentro en nuestro país.

A las 2 de la tarde nos vino a buscar un taxi adaptado que nos acercó a la estación en la que cogeríamos de nuevo el tren de alta velocidad que nos llevaría hasta Hendaya. El viaje de regreso fue muy bueno, rápido, cómodo y sin ningún percance. A las nueve y media de la noche estábamos en Hendaya.

Fuimos a coger la furgoneta de mi padre aparcada durante dos noches junto a la estación y no arrancaba, seguramente las baterías estaban descargadas. Los gendarmes franceses fueron los que nos empujaron para tratar de arrancarla y de esta manera poder llegar a nuestras casas. Fue la última aventura de nuestro viaje a Paris.

Y así fue nuestro fin de semana en la Capital francesa, así fue mi sueño, un sueño que gracias a la disposición, la fuerza de voluntad, la entrega de dos personas se pudo hacer posible. Con estas palabras queremos contar el viaje pero sobre todo, queremos realzar la importancia de ellas, su mérito, la demostración de su valor, de su lucha ante las adversidades y su generosidad personal.

Gracias Marga, gracias Miren, nunca lo olvidaremos